Daniela Palma

Intérprete en danza, coreógrafa y docente. 
2018 Enero

 

"Con el tiempo el recorrido se hace de regreso, revisitando esos lugares con otra actitud y predisposición, comprendiendo por fin a lo que se refería Moshé Feldendenkrais al señalar la dificultad de ver lo obvio, con conciencia de las propias necesidades de nuestra anatomía y de cómo nuestros patrones mentales son el verdadero defecto."

 

(...) A través de esta gentil invitación y guía, comencé a enfrentarme con mi estructura mental, la necesidad que tiene mi mente de controlar el movimiento, sobre todo al abordar una clase de ballet. De esta técnica mi cuerpo tiene un registro rígido y muy estructurado, y el foco de atención está dirigido a la forma, no a la sensación, ni mucho menos a la emoción amable, y nunca jamás hacia la aceptación de mí misma, de mi cuerpo que al instalarse en una barra se identifica con todo lo defectuoso en relación a esta técnica, mi mente lo castiga por ser el obstáculo para llegar a estas estilizadas formas por tener defectos. 

Aparecen tantas preguntas respecto de esta concepción del cuerpo, del entrenamiento, del goce, de unidad, de paciencia, tolerancia y amor hacia uno mismo y hacia la práctica.

Como bailarina contemporánea me permito experimentar, fluir, gozar con los cambios de energía, y el transitar por los diferentes niveles espaciales que me demandan soltar el tono muscular y derretirme en el piso o aflojar parcialmente los músculos para acceder a una exquisita articularidad, disociar, ¡entregar el peso y activar otros empujes para resurgir y conquistar los niveles altos… qué placer! Pero al experimentar las clases de Ana me ha surgido la duda de si hay más posibilidades de soltar o entregar más desde un micro-lugar.

La primera clase fue confusa: ¿Cómo puedo estar de pie con las piernas en primera posición de “técnica académica”, utilizando un tono muscular bajo, aplicar la sensación de espiralidad en mis piernas en una postura casi estática y, además, encontrar aquí un estado de calma? …Como diría mi amiga: “¡no estoy entendiendo!”

 

La estructura tan establecida de esta técnica, y profesores de tiempos pasados que nos han instruido con una mirada inquisitiva, nos condiciona a enfrentarnos a esta práctica con una determinación espesa, con una rigidez mental. 

Pensamos inmediatamente en plantarnos disciplinadamente junto a la barra queriendo dominar y conquistar el movimiento virtuoso y ¿¡cuál es ese movimiento virtuoso!? Bajo ese enfoque no es más que el arquetipo de delgados bailarines que sostienen las piernas por sobre el nivel de la cabeza y por si esto fuera poco además giran en 360 grados con la mejor expresión de felicidad. Muchos sabemos y sobre todo bailarines que se han instalado profesionalmente desde la técnica académica, como Ana, que esto está muy lejos de ser real, hay -opuestamente a lo que parece- dolor físico y emocional, frustración, competencia en vez de goce… básicamente sufrimiento, a veces a niveles tan abrumadores que han llevado a sus cuerpos a situaciones y experiencias devastadoras. Y no, aunque el camino del cuerpo y sus disciplinas que yo he recorrido están ligados al deporte y la danza contemporánea, no me considero diferente, también hay en mí un registro de autoexigencia, competencia, frustración y lesiones que lo confirman, por eso con el tiempo el recorrido se hace de regreso, revisitando esos lugares con otra actitud y predisposición, comprendiendo por fin a lo que se refería Moshé Feldendenkrais al señalar la dificultad de ver lo obvio, conciencia de las propias necesidades de nuestra anatomía y de cómo nuestros patrones mentales son el verdadero defecto. Acepto que también quiero reproducir ese ideal de bailarín clásico en el entrenamiento de esta técnica, aunque más tarde me lancé al piso y me desarticule completamente en el lugar conocido del enfoque contemporáneo.

Las observaciones que tuve durante esta experiencia casi nunca fueron sobre el movimiento, me sorprendo luchando con mis pensamientos, poniendo permanentemente mi ego muy lejos para permitirme realizar un plié en eternos ocho tiempos sin querer demostrar nada ni conseguir “hacerlo bien”.

Plié y relevé sin hacer nada con los brazos, observar los diminutos desplazamientos del eje hacia arriba y hacia adelante, el peso en la mitad del pié. Me siento pasando vertiginosamente de atrás hacia adelante, observo en el espejo que los traslados de eje son casi imperceptibles - ¿a ver…? Cómo puede haber tanta actividad en el eje tratándose de algo tan diminuto, ni en contacto improvisación me había sentido tan mareada (risas). Acostumbrarme a esta nueva idea de eje fue la primera tarea, me impaciento, pero me permito estar, esas son las instrucciones que nos dan…simplemente estar, quedarme aquí y soltar en calma, si los pensamientos aparecen mi cuerpo inmediatamente se tensa, vuelvo a la sensación, mi maestra de sentido me propone “menos densidad” y el retorno es cada vez más fácil, familiar. Aún me tiritan las piernas al flexionar las rodillas, me río internamente porque sé lo que está pasando en mi sistema nervioso en el transcurso de este pliiippplliiipliiplllipliiiiieeeeeee, uf mi primer plié en ballet.

Observo a mis compañeros y percibo en mí misma que el movimiento virtuoso no, es más, ni menos que aquel que fluye con todo el ser en armonía con la mente y la experiencia emocional ¿Cómo me veo?

Realmente no importa, ¡cómo me siento! eso no lo puedo explicar, es el tesoro de cada uno, nadie ni nada nos lo puede quitar.