Suscríbete a nuestras próximas actividades en
"Admiro profundamente esa habilidad de Anita de transmitir lo que sabe hacer de tal forma que nuestros cuerpos y mentes puedan absorberlo de la mejor manera posible…”
Ballet Consciente en mi vida
Salgo de clase y camino por Santiago otoñal. Está frío afuera, pero aún hay calor en el cuerpo.
Camino de vuelta al auto, y una vez más siento cómo me invade el agradecimiento.
Sonrío.
Ir a clases de Ballet Consciente para mi significa esperanza. La esperanza de que no importa si partí tarde con la danza, porque puedo avanzar a mi propia velocidad, con una práctica cuidadosa, y aun así imaginar que algún día podré hacer movimientos maravillosos con mi cuerpo.
Cada práctica es como una meditación en movimiento. Indagar en la postura, desde dónde nace el movimiento, hacia dónde va, qué dibujan las articulaciones en el espacio, son discusiones cotidianas en nuestras clases. Cada cuerpo es diferente y eso se respeta. No se juzga. Se cuida. Y para cuidarnos, muchas veces trabajamos en parejas. Uno observa, corrige y facilita, el otro practica sus movimientos. Así nos acompañamos en el proceso de conocer nuestro cuerpo, y desarrollar la consciencia de nuestro propio ballet.
Yo no sé cuántos años le tomó a la Anita desarrollar su metodología, pero realmente agradezco todas esas horas que ha pasado pensando, laborateando, probando, y creando.
Nos explica los movimientos, nos ayuda a conocerlos, experimentarlos y luego a apropiarnos de eso que antes era lejano. Admiro profundamente esa habilidad de Anita de transmitir lo que sabe hacer de tal forma que nuestros cuerpos y mentes puedan absorberlo de la mejor manera posible. Anita es una maestra, no cabe duda.
Profunda gratitud a su maestría.
Y así las clases pasan y un día me cuestan menos los movimientos de brazos, otro día incorporo algo más en mis pies, y quizás otro día mejoro un poco mis movimientos de piernas.
Empaparse de Ballet Consciente es como nutrirse de un néctar muy valioso, raro y preciado. Y cuando algo de ese néctar se absorbe en mi cuerpo, mi corazón se abre un poco más, y nuevamente siento ese agradecimiento.
Y sonrío.